Entrevista a Antonio Rosas

Antonio Rosas es biólogo y paleoantropólogo y doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid. Es profesor de investigación del CSIC y director del Grupo de Paleoantropología en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Ha trabajado en los yacimientos de Atapuerca, dirige los estudios sobre los neandertales de la cueva de El Sidrón (Asturias) y ha participado en el proyecto Genoma Neandertal.

Un descubrimiento favorito: Hay muchos, pero para mí, el primer fósil humano que hallé en Atapuerca en 1984: se trataba de un fragmento de mandíbula. Este descubrimiento fue el inicio de mi carrera | Último libro que has leído: El árbol de la vida de los vertebrados de Rafael Zardoya, editado recientemente por la Sociedad de Amigos del Museo Nacional de Ciencias Naturales | ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor…?: No. Es una trampa del cerebro humano. Hay tiempos buenos y tiempos malos. Lo que está por venir habrá que vivirlo | ¿Qué inspira a un investigador?: Cada uno de nosotros tiene una motivación distinta. En principio, la curiosidad innata. Un investigador sin curiosidad no va a ninguna parte. Las ganas de descubrir, también es otra emoción y la satisfacción del descubrimiento. En el trabajo diario surge la “chispa” (entre guiños nos dice la expresión “El ‘¡ahí va!’”.| Un deseo: Hay tantos… Siendo restrictivo, diría que encontrar los fósiles que vamos a buscar en Guinea Ecuatorial. Lo que perseguimos, en este caso, puede tener un largo recorrido y de calado.

Entrevista

El director del Grupo de Paleoantropología nos recibe en uno de los edificios del CSIC, a espaldas del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Viste bata blanca y va haciendo mediciones en una sala en la que se hayan dispuestos restos fósiles de pequeños huesos y herramientas sobre varias mesas. Nos comenta que está preparando su próxima marcha a Guinea Ecuatorial para hacer un estudio sobre la evolución de la locomoción de nuestros antepasados y cómo pasaron de andar a cuatro patas a hacerlo sobre dos.

El profesor Rosas es paleoantropólogo, “alguien que estudia la evolución humana basada en los fósiles de los antepasados humanos”, nos dice, pero además, su investigación está centrada en la paleobiología o lo que es lo mismo “la historia de la vida”. “Porque la vida tiene una historia y no se concibe la vida sin historia”, comenta. “Los estudios de paleobiología nos van revelando cómo se ha ido desplegando en el planeta Tierra el fenómeno «vida»”.

Piensa que la ciencia en nuestro país no es una asignatura pendiente” en sentido estricto, pero que tiene un buen recorrido de mejora porque “no existe un valor social de la ciencia”. En España hay científicos de primera línea a los que la crisis de 2008 afectó mucho, pero la ciencia requiere inversión y muchos gobiernos la han considerado un gasto. “Nos falta dar un salto de mentalidad”, afirma el profesor.

Hablando sobre la evolución humana, señala que la imagen gráfica que todos tenemos de esta y que va desde el primate hasta el hombre actual es errónea, porque nuestra evolución no es una secuencia de un cambio lineal, sino un proceso de diversificación. Y comenta además, que el concepto de humanidad hay que redefinirlo porque “hasta ahora teníamos una noción muy estrecha pensando que éramos los únicos”, pero en los últimos años, la ciencia antropológica ha puesto de manifiesto que no somos una única especie humana y que el Homo neanderthalensis y el Homo sapiens derivamos de un antepasado común relativamente reciente en el tiempo. De hecho, se ha descubierto que en el planeta Tierra han coexistido seis especies humanas.

“Los fenómenos de cambio se producen por diversos procesos evolutivos en los que hay momentos de cambios graduales, pero también hay fenómenos de cambios puntuales, donde la especiación puede ser rápida y en cuestión de años aparecer una especie nueva”. En el contexto actual se puede producir un fenómeno de cambio preciso; estamos presenciando un cambio de era cultural, tecnológica y humana. Somos entes complejos que vivimos en diferentes tiempos.

Le preguntamos si podemos hablar de “Homo tecnologicus”. Contesta que la terminología es una invención, pero no así el fenómeno, porque es una evidencia que la evolución biológica es un proceso constante y no hay duda de que nuestro nicho ecológico se está transformado en un nicho cultural tecnológico. De hecho, cada vez estamos más “autodirigidos” en nuestro cambio evolutivo y un efecto de ello sería la implementación de técnicas de ingeniería genética.

Asimismo, está convencido de que igual que ahora todos tenemos móviles conectados a la red, a través de los que accedemos al mundo, “dentro de nada no necesitaremos este intermediario, sino que habrá una conexión directa a través de un chip implantado en nuestro organismo que supondrá un cambio de primer orden y por lo tanto, evolución”.

En cuanto a la evolución física del cuerpo humano, la debilidad de nuestro esqueleto actual es palpable comparándolo con otras especies humanas que han vivido en otros ambientes Existen dos umbrales que marcan la debilidad esquelética: uno tiene que ver con la revolución neolítica que conlleva la pérdida del movimiento y el surgimiento de enfermedades contagiosas; el otro es el cambio físico como consecuencia de la revolución industrial y el uso de las máquinas.

Y es que, a pesar de que podemos pensar que los cambios cerebrales en la actualidad pudieran ser más rápidos, es necesario introducir un factor de escala en el tiempo y tener en cuenta la opinión de los neurobiólogos, puesto que aún no ha transcurrido tiempo suficiente para cuantificar y evaluar lo que está sucediendo en esta gran aceleración tecnológica.

“Evidentemente, nuestros cuerpos son dinámicos y los tiempos de los cambios morfológicos evolutivos suelen ser más largos que los culturales”, señala Antonio Rosas. Nuestra especie se verá afectada en función de las circunstancias y de cómo gestionemos estos cambios. En este sentido, cree que hemos ganado en capacidad cultural, pero esto es una moneda de dos caras: una destructiva y otra beneficiosa: “Saldremos ganando si orientamos la cultura hacia el aspecto positivo que ayuda a suavizar los instintos nocivos”.

Con motivo de su próximo viaje a Guinea para estudiar la evolución de la locomoción en los homoninos, refiere que el bipedismo es el rasgo que nos define por excelencia como grupo biológico. Históricamente, esto nos ha permitido liberar las manos, pero los cambios evolutivos hacia futuro no van a depender de la locomoción, sino que arrastraremos las consecuencias negativas de la locomoción bípeda, básicamente porque exige al cuerpo humano muchos tributos. “Es una locomoción rara. Estamos diseñados para ser cuadrúpedos y ser bípedo exige muchas dependencias orgánicas y conlleva muchas consecuencias negativas en un mundo sedentario”. Porque la realidad es que el ser humano está cambiando sus hábitos y la falta de utilización de la musculatura nos pasa factura, pero cada adaptación tiene su momento y su porqué.

En los últimos meses se han producido en nuestro planeta graves impactos medioambientales como los incendios de la Amazonía o el último en Australia. Antonio Rosas nos explica el impacto que tiene el cambio climático en la evolución de nuestra especie y de las especies en general y señala que desde el campo de la paleobiología se ve en una dimensión a largo plazo que permite corroborar que el llamado cambio climático actual no es un proceso único, sino que es constante y recurrente. La Tierra ha estado fluctuando en el clima en los últimos millones de años, como por ejemplo sería el caso de las glaciaciones. “Ahora estamos en un periodo interglaciar, en el que el cambio es hacia un periodo cálido. Hay que entenderlo en un contexto normal de evolución de la Tierra”. Ahora bien, afirma, en la actualidad este cambio está muy acentuado por la acción humana que está ocasionando grandes efectos que nos están afectando de lleno. Esta aceleración en el proceso “se nos está volviendo en contra porque la transformación del mundo está destruyendo el mundo”.

Seguramente nos hemos preguntado alguna vez si los humanos llevamos en nuestro ADN el gen del emprendimiento. El profesor Rosas responde rotundamente que “llevamos el gen del emprendimiento”. A escala evolutiva, el ser humano ha estado emprendiendo permanentemente. La propia condición humana lleva implícita la curiosidad y hacer las cosas de distintas formas. En los últimos años, se ha descubierto que algunos principios de esta curiosidad y este emprendimiento hay que buscarlos en el origen común con los chimpancés, aunque en los humanos se han hipertrofiado.

“El ser humano explora porque “nuestro cerebro nos dice “cosas””, probablemente como un epifenómeno. Es decir, como consecuencia de nuestra arquitectura neuronal y de nuestra complejidad se generan preguntas y curiosidades. La curiosidad es un epifenómeno de la evolución del cerebro. Las preguntas emergen y cuando, además, esta pregunta se sofistica se genera la ciencia”, explica el profesor.

A lo largo de la Historia, los descubrimientos se han acelerado gracias al emprendimiento de ocupar espacios nuevos, como fue el momento en que el ser humano salió de África e inició una exploración hacia Eurasia. Hoy día también podemos hacer un paralelismo con un escenario similar en la extensión de nuestra especia hacia la Antártida o el sueño de futuras generaciones que podrían llegar a Marte. No hay duda de que la necesidad de expansión está claramente ligada al emprendimiento y a nuestra especie.

Preguntamos cuáles eran las motivaciones de los homos neardenthalensis y si podemos considerar que el homo sapiens es el más emprendedor de nuestra especie. Antonio Rosas nos da una respuesta sorprendente, con la que posiblemente nunca hayamos identificado el concepto de innovación: “El descubrimiento y control del fuego fue una innovación extraordinaria. Supuso un cambio de hábitos socioculturales y alimentarios”. Y nos sigue relatando que la domesticación del fuego se produjo en territorio euroasiático en los antepasados del Homo neardenthalensis. Luego vinieron otras innovaciones tecnológicas y también largos periodos en los que, aparentemente, no hubo innovaciones, pero que se fueron acortando hasta llegar a la gran aceleración actual.

En los últimos años hemos oído hablar de importantes estudios y descubrimientos genéticos y Antonio Rosas confirma que estamos a las puertas de lo que se denomina la edición genética, esto es, modificar de manera dirigida la información genética, que es la que nos instruye. Podemos decir que nos encontramos en el umbral de un cambio de época: “Cuando seamos capaces de modificar de manera estructural determinadas vías de expresión génica, estaremos modificando el concepto sapiens de raíz. Podríamos no solo cambiar de especie, sino también de género. Seríamos unos seres diferentes, modificados al gusto. Da un poco de susto, y ahí ya entra el debate ético. Debemos preguntarnos qué podemos hacer y para qué queremos hacerlo”.

Terminamos nuestra charla con la duda de si el hombre tiene en el momento actual el destino en sus manos. Para nuestra tranquilidad, el profesor Rosas asevera que relativamente, aunque ahora más que nunca en otra etapa de la Historia humana, el hombre tiene a su alcance el destino. “Afortunadamente no está escrito —continúa diciendo nuestro interlocutor— porque uno de los factores que determinan la historia es la contingencia. Aunque tengamos muchas más herramientas, siempre estaremos sujetos a las contingencias, al azar y a la casualidad. La contingencia es inherente a la historia. No vale diseñar a la carta el futuro”.

Seguiríamos horas y horas hablando con este investigador, que en este rato que hemos compartido con él nos ha insuflado su pasión por la ciencia y el conocimiento humano.

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